

Vivir sin parar
Paul consiguió en 1956 el oro olímpico como corredor de maratón. Él era una leyenda pero ahora ha envejecido y su hija insiste en internarlo en un hogar para ancianos. Para escapar de la deprimente existencia en la que se ha visto sumergido, decide participar de nuevo en la Maratón de Berlín. A pesar de algunos recelos, su esposa se convierte, como antes, en su entrenadora. Dentro del internado para ancianos, Paul entrena con más entusiasmo que nunca aunque los demás se rían de él, y hasta su compañero de habitación lo reconoce como el ex campeón de Melbourne en 1950. Se prepara para superar los 42.195 kilómetros y cruzar la meta entre aplausos. ¿Será Capaz Paul de volver a ganar como ya lo hizo en su juventud?
Comentarios
“Vivir sin parar” me ha parecido cautivadora. Destacaría el reparto y la banda sonora.
“Vivir sin parar” equilibra forma y fondo con más aciertos que tropiezos.
“Vivir sin parar” pone en valor la propuesta con solvencia y cuidado.
Sorprende su sensibilidad sin caer en subrayados innecesarios.
He disfrutado de “Vivir sin parar”; propuesta impecable con una realización que sostiene el conjunto.
Final satisfactorio y bien planteado. “Vivir sin parar” es meritoria.
Una obra correcta. el elenco funciona y la realización acompaña con acierto.
Sin reinventar el género, “Vivir sin parar” destaca por su sensibilidad.
Una propuesta cautivadora que respeta al espectador.
Buen pulso narrativo y cierre honesto. “Vivir sin parar” resulta interesante.
Correcta en lo técnico y solvente en lo interpretativo. digna.
La película progresa con sentido y medida; meritoria.
“Vivir sin parar” convence por su dirección y un pacing bien medido.
Sin estridencias, “Vivir sin parar” convence por oficio y coherencia.
Me ha parecido una cinta impecable, sobria y eficaz en sus objetivos.
Ritmo constante y actuaciones sobrias; “Vivir sin parar” funciona.
“Vivir sin parar” avanza con buen pacing y ofrece momentos de auténtica emoción.
Acertada selección musical que refuerza las escenas clave.
“Vivir sin parar” demuestra que menos puede ser más cuando hay intención.
La dirección de “Vivir sin parar” sabe cuándo contenerse y cuándo brillar.